viernes, 30 de mayo de 2014

MICRORRELATO - EL BRINDIS

Netwriters Gigantes - Tema: Sombras - 28/05/2014
Brindo por María, la niña que se crió a la sombra de sus padres, por la adolescente que maduró a la sombra de la Iglesia, por la joven que soñó con amar y ser amada.
Brindo por una mujer que sin ser madre acogió bajo su sombra a todos los alumnos que pasaron por  sus clases, por la que sin ser abuela logró que las sombras no nublaran nuestro entendimiento.
Brindo por la octogenaria que hoy ha conseguido hacer posibles sus deseos.

Brindo por la novia.

RELATO BREVE - SITUACIÓN LÍMITE

Medalla de bronce en Netwriters Tintero - Tema: Volcanes - 28/05/2014
En la sala de Vigilancia y Alerta Volcánica solo queda el retén de guardia. Silvia entra en el despacho contiguo al suyo para dejar su carta de dimisión. Mientras un taxi la traslada al aeropuerto, los acontecimientos de los tres últimos días se agolpan en su mente.
        
—¡Acércate y mira esto! Espero que sea un fallo en el sistema informático, si no es así, lo que hemos temido durante años podría suceder en pocas horas.
Silvia, después de comprobar que el programa funcionaba de una manera correcta, se encaminó a su despacho para hacer una llamada.
—Pedro, es primordial que vengas. Deja lo que estés haciendo. Se puede producir un terremoto de gran magnitud que hará que el volcán erupcione.
Vivía con Pedro desde hacía tres años, pero en esos momentos su relación era estrictamente profesional.
—Estoy reunido en el Cabildo, cuando terminemos me paso.
—Te repito que es muy urgente. Ya que estás ahí, habla con Martín. Habría que avisar a Protección Civil.
—Y yo te he dicho que iré tan pronto como pueda y por favor, que no haya filtraciones.
Durante las tres horas que pasaron hasta que Pedro apareció, Silvia no dejó de mirar las pantallas, que seguían marcando una alta actividad sísmica. Gema la presionaba para que activara el nivel rojo, pero ella debía esperar la autorización de Pedro, como jefe de la Estación Geoquímica.
—¿Qué probabilidad tenemos en este momento? —preguntó Pedro desde detrás de su mesa.
—Un cincuenta por ciento —contestó Silvia.
—Entonces, ten calma. Lo he comentado con el presidente y sus instrucciones son precisas, debemos esperar hasta el último minuto. La evacuación debe ser lo último. ¿Sabes lo que significaría para el turismo de la isla? Miles de reservas se anularían.
—Claro y eso a Martín le vendría fatal. Los hoteles de su familia se resentirían, ¿no es así?
—Por favor, Silvia, parece mentira que no sepas cómo se mueve esta gente.
—Lo sé,  pero y tú, ¿estás de acuerdo?
—Tengo las manos atadas. Si muevo ficha sin la autorización de Martín…
—¿Qué pasaría?
—Estoy negociando con él algo muy importante. No te puedo decir qué es, pero confía en mí.
—No a costa de poner en peligro a la población ante una inminente erupción del volcán. Por favor, Pedro, ¡reacciona! Tú no eres así.
—Cariño, está en juego en nuestro futuro.
—Lo siento, pero creo que ya no tenemos futuro.
—Te exijo que sigas mis instrucciones. Vamos a tener controlados los parámetros y esperaremos a ver qué pasa. —La orden de Pedro no daba lugar a dudas.
—Será lo último que me exijas.
Silvia volvió a la sala de control.
—Se han producido cuatro sismos mientras hablabas con Pedro. De momento son de magnitud entre 1,5 y 2,0 con epicentro en el interior de la isla —dijo Gema nerviosa.
Fue una noche larga. Cuando por la mañana llegó el relevo, ellas no se movieron de sus puestos. La situación era cada vez más crítica. Silvia hizo varias llamadas a Pedro, pero la respuesta fue la misma que el día anterior.
A las dos de la tarde se produjo un movimiento de seis grados de magnitud en la escala Richter, acompañado de escapes de gas que duplicaban la media habitual. Silvia no esperó más tiempo.
—Soy Silvia Ruiz de la Estación Geoquímica. Tenemos alerta roja en la dorsal noroeste. Evacúen a la población.
A partir de ese momento el frenesí se desató en la isla. Los sismos de alta magnitud se sucedieron y el volcán comenzó a escupir fluidos de lava, que por suerte no alcanzaron a los pueblos aledaños. Dos días después todo volvió a la calma.
                        
Silvia compra el periódico mientras espera el vuelo. En la primera página aparece una foto de Martín Álvarez, junto a Pedro Vilanova. El artículo reza: “El presidente del Cabildo ha confirmado que la alerta roja está desactivada y ha asegurado que la población en ningún momento estuvo en peligro, gracias a la celeridad en el seguimiento de los protocolos por parte del jefe de la Estación Geoquímica. También ha aprovechado para anunciar que el señor Pedro Villanova figurará como número dos de su partido en las próximas elecciones”.

viernes, 23 de mayo de 2014

MICRORRELATO - LA SOMBRA

Netwriters Gigantes - Tema: Calor - 21/05/2014


La puerta principal se había cerrado dejándole fuera. Rodeó la casa hasta la salida que daba al tendedero, pero tampoco estaba abierta. Tendría que esperar a Conchita que llegaría de un momento a otro.
Menos mal que en el jardín había una fuente que le permitiría aliviar el calor, porque aunque era febrero, esa tarde las temperaturas habían subido de forma exagerada y encima con el pelo tan largo…, lo acusaba todavía más. Sin otra cosa que poder hacer, buscó una sombra bajo la cual guarecerse. Se tumbó en el sofá del porche cubierto y esperó.
                                                                                           
Ya lo dice el refrán: “En febrero busca la sombra el perro”.

RELATO BREVE - EL APAGÓN

Medalla de plata en Netwriters Tintero - Tema: Oscuridad - 21/05/2014

Que sensación tan extraña es la de oír voces, notar que alguien te coge la mano, saber que hay gente a tu alrededor,  y ser incapaz de abrir los ojos. Lo único que podía recordar, de ese lapso de tiempo que permanecí entre el letargo y la consciencia, era la más absoluta oscuridad.
            
Todo había empezado hacía una hora. La puñetera luna se escondió tras las nubes para aliarse con un fallo en la central eléctrica de mi barrio, sumiendo a la población en la negrura y a mí en el desasosiego más absoluto. Por suerte, el apagón me sorprendió a las ocho de la tarde cuando estaba aparcando el coche cerca de mi urbanización.

Gracias a las luces de los vehículos pude encaminarme hacia el portal y, una vez allí, utilicé la luz del móvil para llegar hasta las escaleras. El estar en forma no me libraría del cansancio que me iba a suponer subir los ocho pisos que había hasta la vivienda. Fuí contando los tramos, dos por planta, ya que los rótulos que habían quitado para pintar las paredes, y aún no los habían vuelto a colocar. Al llegar al décimo, el miedo que tenía a la penumbra desde que era pequeña, estaba empezando a invadirme, hice una parada muy corta, lo justo para recuperar el aliento.  Empecé a oír rumores ininteligibles, no sabía si surgían de mi mente o de la casa de algún vecino. Marqué el teléfono de mi  novio por tercera vez en un minuto pero las líneas continuaban colapsadas. Ya había recorrido más de la mitad del trayecto e insegura, seguí con el ascenso. Cuando alcancé el decimocuarto tramo no pude más y me senté a descansar. Volví a escuchar los cuchicheos, esta vez más cercanos, y comprobé que no era mi cabeza sino un par de inquilinos que, provistos de velas, charlaban en el descansillo.

Más tranquila subí los dos últimos tramos y alcancé la meta. Por fin estaría a salvo de mis aprensiones, pondría velas por toda la casa y encendería una radio que funciona a pilas.  Al ir a meter la llave en la cerradura noté que la puerta se abría. Era absurdo, estaba segura de que cuando salí puse la alarma y cerré con llave. Con lo maniática que soy, la seguridad es una rutina en mí tan normal como el lavarme los dientes después de las comidas. No sabía que hacer. Agudicé el oído y percibir susurros en alguna de las habitaciones del fondo. Pensé que lo más seguro sería salir corriendo escaleras abajo, pero me daba más miedo la oscuridad que la presencia de ladrones en mi casa. A falta de otro arma, apreté el móvil con la mano derecha y me acerqué despacio por el pasillo, concentrándome en cualquier sonido que pudiera llamarme la atención. Para mi sorpresa, escuché jadeos provenientes de mi alcoba.

Me había trasladado a casa de mi novio hacía un par de meses y estábamos viviendo una permanente luna de miel. No podía ser posible que Gerardo me estuviese engañando con otra pero… ¿quién más podría estar en nuestra cama? La rabia y la ira me produjeron tal estado anímico que los oídos estuvieron a punto de estallarme. Antes de llegar a la puerta del dormitorio, tropecé con algo y me caí al suelo. La pareja que había en la habitación debió escuchar el ruido porque de pronto se hizo el silencio. Me levanté, enfoqué hacia la cabecera de la cama con el móvil y no recuerdo nada más.

He despertado en una cama que no es la mía y Gerardo está sentado a mi lado agarrándome la mano. Como la luz ha vuelto puedo ver que con él  hay una pareja.

— Perdóname —dice el joven acercándose a mi con un vaso de agua y dos píldoras—. Cuando entraste en nuestra habitación pensé que eras un ladrón y te golpeé con la lámpara de la mesilla, era lo primero que encontré. No te inquietes, el chichón no será muy grande, te hemos puesto hielo. Soy médico y he comprobado que no tienes ninguna lesión. El dolor de cabeza se te pasará con estos analgésicos.
                  
—Cariño, te equivocaste —añade Gerardo—. Debiste de subir la escalera contando los tramos pero no tuviste en cuenta la entreplanta. Este es el séptimo piso, no el octavo. Por desgracia la cerradura de la casa de estos vecinos está estropeada y el resbalón no debió de encajar bien cuando entraron. Pero no te preocupes, lo arreglarán hoy mismo para que no te vuelvas a colar en su casa.

martes, 20 de mayo de 2014

MICRORRELATO - EMBARAZO COMPLICADO

Microrelato seleccionado para aparecer en el libro del Concurso “La primavera… la sangre altera” de Diversidad Literaria


El embarazo fue complicado. Hubo que obligarla a guardar reposo por las continuas pérdidas de sangre. María estuvo pendiente de ella todo el tiempo, preparándole las comidas que le gustaban y atendiéndola día y noche. Una mañana de primavera del 2005, Noa se puso de parto y el resultado fue: cuatro cachorritos sanos que hicieron las delicias de toda la familia.

domingo, 18 de mayo de 2014

MICRORRELATO - REBELIÓN POR HAMBRE


Netwriters Gigantes - Tema: Rebelión -14/05/2014

—¡Cuidado, esconderos! No pueden vernos o la operación fracasará.

La rebelión había comenzado, el frío podía aguantarse, pero el hambre era insoportable y sobre la mesa les esperaba un verdadero festín.

—La avanzadilla que distraiga a la mujer, ya sabéis lo que tenéis que hacer. Mientras tanto,  todas las demás prepararos para  lanzar el ataque.

Poco después, Estrellita, la cocinera de toda la vida, corría enfadada de un lado a otro. Como armas llevaba un trapo en cada mano y con ellos intentaba espantar a aquellas malditas moscas. Desde que había empezado la primavera las muy impertinentes aparecían todos los días  después de que ella partiera el pan para el desayuno de los señores.

RELATO BREVE - EL RELOJ DE MISA

Netwriters Tintero - Tema: Reloj  - 14/05/2014

               
Después de los rezos de vísperas, los monjes negros, con las manos bajo los escapularios y las capuchas echadas para resguardarse del frío, se encaminaron en fila hacia sus celdas, El suave roce de los hábitos en el suelo quebraba el monótono silencio en el que estaba sumido el atrio.
Ya en la celda, Bartolo se quitó el hábito y antes de dejarlo en el banco, a los pies de la cama, lo limpió con la manta de lana que utilizaba para taparse. Se acostó y pensó en la conversación que había oído esa misma mañana entre el abad y Don Ernesto, el cura de la iglesia del pueblo que tanto le apoyó para que ingresara en el monasterio cuando siendo niño sintió la vocación religiosa. Había intentado retirarse de detrás de la puerta, pero su curiosidad pudo más que su propósito, y escuchó:
—Parece ser que los gobernantes quieren poner un reloj mecánico en la iglesia, del estilo del que han colocado en la Catedral de Valencia —dijo el abad con el tono seco que utilizaba cuando se dirigía a sus inferiores.
—Algo he oído. Por lo que sé los comerciantes están interesados en saber los periodos de tiempo empleados por un artesano para elaborar sus productos. Creen que el tiempo tiene un precio y quieren medirlo sin esperar a que suenen las campanas. Les gustaría tener algo más preciso que el reloj de sol que tenemos en la torre meridional —añadió el cura con una sonrisa amable.
—Y a usted ¿qué le parece? —Insistió el abad.
—Pues creo que está bien. La sociedad está evolucionando y cada vez hay más industrias que hacen más fácil la vida del pueblo.
—Si eso es lo que piensa, no tenemos nada más de que hablar. Puede retirarse.
—Pero señor, me ha pedido mi opinión. Usted sabe más que yo y le ruego que me ilumine.
El abad meditó por la estancia. El paso estaba dado y sabía que podría contar con el cura para sus propósitos.
—Está bien, Don Ernesto, siéntese y jure por Dios que nadie sabrá lo que le voy a pedir.
—Lo juro.
—Bien, escuche. La burguesía está intentando controlar el tiempo y, como bien sabe usted, este pertenece a Dios.  Como sus representantes en la tierra somos los únicos que debemos distribuirlo. Intentan modificar el ritmo de las horas y nuestro San Benito de Nursia nos enseñó que se debe dividir en horas canónicas: maitines, laudes, prima, tercia, sexta, nona, vísperas y completas.  Por eso la vida debe seguir moviéndose con las campanadas de la iglesia. Estamos en el siglo catorce, ¿qué será de nuestra civilización en el quince si consentimos semejante atropello? Si  consiguen salirse con la suya se impondrá un nuevo género de vida dentro de la sociedad y seguro que perderíamos feligreses. Los relojes de misa han sido los que han marcado las horas y así debe seguir siendo.
A Bartolo le dolía la oreja de tan pegada que la tenía a la puerta, pero no quería quedarse sin el final de la historia. No entendía de relojes, ni de burguesía pero sabía que dentro del despacho del abad se fraguaba algo serio. Allí dentro estaban dos de los hombres más importantes de su vida.
—Don Ernesto, tiene usted que usar su autoridad durante sus sermones para que el pueblo no acepte la imposición de los gobernantes y cuando confiese a estos últimos, amenázales con la excomunión si persisten con la idea.
Bartolo recordaba como D. Ernesto salió cabizbajo del despacho del abad y al pasar por su lado le dijo.
—Hijo, recuerda que aunque tu conciencia te dicte otra cosa, la obediencia es algo que nos viene exigido por Dios.

El monje comenzó a dar vueltas en su camastro. Estaba inquieto por la conversación que había oído y por las palabras que le había dirigido su benefactor. Se durmió sin  poder decidir si era más importante que el pueblo tuviera una vida más fácil como había dicho D. Ernesto o que la Iglesia continuara con su supremacía como había manifestado el abad. 

domingo, 11 de mayo de 2014

RELATO BREVE - EL DESCANSO BUSCADO


  Netwriters Tintero - Tema: Rutina -  7/05/2014
                            
 Noelia se había despertado empapada en sudor por una pesadilla que la tenía obsesionada durante años. Menos mal que ya era la hora de levantarse, de otra manera no habría podido volver a conciliar el sueño. Los zumos estaban listos cuando apareció por la cocina su marido. Daniel siempre hacía lo mismo: ya arreglado entraba en la cocina, la besaba en la frente, tomaba el desayuno leyendo el periódico y recogía el maletín que había dejado en la entrada. Ella le acompañaba hasta el coche y le despedía con un beso. Más tarde levantaba  a los mellizos, les preparaba el almuerzo mientras ellos guarreaban con el desayuno y les abría la puerta, porque el autobús escolar tenía la parada cerca de la entrada a su chalet. Después de decirles adiós con la mano, entraba para realizar la misma rutina de siempre: hacer las camas, limpiar la casa, recoger la cocina y vuelta a empezar.
Había dejado la oficina cuando se quedó embarazada de Pablo y María,  o por lo menos eso es lo que oyó en el primer cumpleaños de los niños, pero ahora que ya tenían diez años le había dicho a su marido que quería volver a trabajar porque se sentía muy sola en casa. Daniel le había contestado que la situación estaba difícil para una mujer de casi cuarenta años sin conocimientos concretos en ningún campo laboral. Ella no lo entendía, no leía el periódico y en la televisión se limitaba a ver películas en blanco y negro, pero confiaba en él y apartó el tema para más adelante.
Los niños crecieron tan rápido que ni se dio cuenta. María se había casado hacía dos años y ya tenía una niña de cinco meses.
Noelia se despertó una mañana después de “su pesadilla”, como ella la llamaba familiarmente y miró el vestido que llevaría en la boda de su hijo Pablo. Ese día sería especial por varios motivos: el primero por salir de casa y el segundo porque a partir de entonces tendría que plantearse la vida de otra manera, una existencia solitaria, sin ninguna obligación.
  Pensó que debería ir al médico porque perdía sus vivencias con mucha facilidad. De hecho se había divorciado hacía tres años y de aquella época sólo recordaba una discusión con su marido que acabó con Daniel dando un portazo al dejar la casa y una visita al despacho de los abogados para finiquitar los temas legales. Siempre le había extrañado no tener recuerdos de su infancia ni de sus padres y que su mente estuviera en blanco hasta los veinte años. Por más que se había esforzado en recordar, las primeras imágenes que bullían en su cabeza eran de una fiesta en casa de una amiga donde le presentaron al que poco tiempo después fue su marido.
La boda de Pablo resultó preciosa. Después de la ceremonia religiosa, no recordaba cómo, pero llegó a un restaurante  muy lujoso donde  hubo mucho de todo: flores, regalos, risas, y música. Fue una celebración perfecta, incluso su ex marido estuvo muy amable y tuvo la delicadeza de no aparecer con su nueva novia.
De vuelta a casa se sintió nerviosa y muy cansada por lo que después de tomarse una buena dosis de somníferos que tenía en el botiquín, se tumbó en el sofá. No quería quitarse el vestido, era tan bonito…
Volvió a tener la pesadilla de siempre. Noelia sólo existía en la novela de Amanda Sparrowe “El  signo de la pérdida” en la que ella era la ex mujer del protagonista, un personaje secundario,  que se suicidaba con pastillas después de la boda de su hijo. 

RELATO BREVE - EL DESTINO


 Netwriters Tintero - Hospitales - 30/04/2014

Se estremece sólo con pensar que los resultados de las pruebas pueden trastocar su vida. Ahora que tanto sus hijos como ella han empezado a levantar cabeza, ha tenido que aparecer ese bulto… A las once menos diez entra en su hospital de referencia. La sanidad privada a la que estaba acostumbrada quedó atrás, a la vez que su matrimonio. 
Toma el ascensor con otras tres personas. Nadie se saluda, ni siquiera se miran, son unos completos extraños. Una señora de unos ochenta años aprieta el botón de la cuarta planta, una enfermera, un ejecutivo y Sonia comprueban que su piso está seleccionado. Cuando van por el tercero las luces comienzan a parpadear y se detiene. Los cuatro se miran y hacen sonar el timbre de emergencia. Sólo la señora mayor se atreve a santiguarse y se dirige a los demás.
—Nos sacarán pronto, ¿verdad? Tengo hora a las once con el oftalmólogo por mi degeneración macular y no me gustaría llegar tarde, no vaya a ser que se me pase la vez.
La enfermera responde que enseguida vendrán. Sólo alguna tos nerviosa rompe el silencio en el que permanecen inmersos.
El maletín del hombre cae al suelo. Las mujeres le observan mientras él empieza a quitarse la corbata y a desabrocharse la camisa. El sudor le chorrea por el rostro, su color va adquiriendo una palidez verdosa.
—Soy Mónica, de Psiquiatría. ¡Tranquilícese señor! Está sufriendo un ataque de pánico. ¿Tiene claustrofobia?
El hombre hace un gesto de negación.
—Siéntese y ponga la cabeza entre las piernas. ¿Tienen algo para darle aire?
Sonia saca el abanico que lleva en el bolso desde que empezó con la menopausia.  Mientras le refresca piensa en que cuando salga de la consulta volverá corriendo a casa para terminar la traducción de la última novela. Cuanto antes la entregue, antes cobrará. Hace tres años que ha firmado el divorcio y desde entonces no tiene vida social, ni siquiera sale a tomar café con sus amigas. Aunque su ex marido no ha dejado de pasarle la pensión, ella se esfuerza para que sus hijos no pierdan el nivel de vida que llevaban con anterioridad. Por eso aceptó la oferta de una editorial y ha podido compaginarlo con su trabajo en el banco.
— ¿Se encuentran ustedes bien? —pregunta Mónica a las mujeres temiendo que los nervios ocasionen otro ataque de ansiedad.
Se contemplan unos a otros. El hombre levanta la cabeza y da las gracias.
—Lo siento. Me llamo Manuel. Voy al endocrino porque tengo un problema de tiroides.
—¡Pobrecillo! —dice la anciana—. Mi marido estuvo tomando pastillas para eso mismo hasta que se murió.
—Si medicarme fuese todo lo malo que me pudiera pasar, firmaría ahora mismo, pero me han hecho pruebas porque temen que sea algo grave. Ahora voy a recogerlas –murmura el hombre con una sonrisa amarga.
Sonia ha estado callada, no tiene ganas de hablar con nadie y el estar allí encerrada está empezando a agobiarla.
—¿Y usted, joven? —Le pregunta la señora mayor—. ¿Viene a consulta?
—Sí, a Ginecología para una revisión rutinaria. —No desea dar más explicaciones.
Guardan silencio. Manuel piensa en el billete de lotería premiado que lleva en el bolsillo y espera que la buena fortuna no se acabe cuando el médico valore los resultados.
Oyen una voz por el interfono avisando que les van a sacar. El pequeño vínculo que se había creado entre ellos desaparece y todos se colocan mirando hacia la puerta. Vuelven a ser unos extraños.
La anciana parece desorientada y la enfermera la acompaña. Los otros dos se despiden con un gesto y cada uno se encamina a sus respectivas consultas.
Ha pasado una hora y Sonia se dirige hacia la escalera. Aún le dura el susto y no quiere coger el ascensor. Cuando empieza a bajar oye la voz de un hombre que la llama. Es Manuel que ha tenido la misma idea.
—¿Qué tal la consulta? —Preguntan al unísono.
—Muy bien —contestan a la vez.
Una oleada de simpatía nace entre ambos.
—¿Le apetece que tomemos una cerveza? —dice Manuel contento.
—Me encantaría —contesta ella devolviéndole la sonrisa.

RELATO BREVE - LA HISTORIA SE REPITE


Netwriters Tintero - Tema: Fotografía - 9/04/2014

Después de tres meses de reformas en el chalet de mis padres, llegó el momento de hacer el traslado de sus enseres desde el guardamuebles a su reluciente hogar.
Aunque era sábado no me extrañó que mi marido no pudiera acompañarme para ayudarles pues llevaba varios meses en los que los fines de semana los pasaba trabajando.
Mi madre iba de un sitio para otro limpiando sobre limpio, mientras mi padre, cámara en mano, hacía instantáneas para la posteridad.
La empresa de mudanzas tardó dos horas en colocar los muebles. Las cajas con los libros y el menaje quedaron aparcadas dentro del garaje a la espera de que manos conocidas las sacaran de su letargo.
Mi padre ubicó los libros, mientras que mi madre y yo colocamos los platos, mantelerías y demás cacharros acumulados después de treinta años de convivencia.
Por la tarde ya estaba casi todo organizado. Sólo quedaban un par de cajas con los álbunes de fotografías. Al cogerlos, un retrato en blanco y negro resbaló de entre las páginas de uno de ellos.
La recogí y miré la imagen. Eran dos mujeres sentadas ante una máquina de coser, de aquellas negras cuyas patas de hierro fueron expropiadas y ahora lucen en las mesas de algunos cafés antiguos.
No recordaba haberla visto antes y cuando le  pregunté por las protagonistas de aquel instante, mi madre me contó que la del pelo largo era mi abuela.
—Llegó a la capital cuando se casó.  Los abuelos vivieron de inquilinos en una habitación durante diez años y al cabo de ese tiempo pudieron comprar un piso propio para ellos y para mí, que ya estaba de camino.
Pregunté entonces por la otra mujer. Tenía el pelo rizado y lucía un camafeo en el cuello. Debía de tener la misma edad que mi abuela pero en su mirada gris se podía descubrir una tristeza que atravesaba el papel cartón de la fotografía.
—Creo que se llamaba Juani. Era la dueña del piso, la casera. ¡Pobre mujer!
—Pobre, ¿por qué?
—Tuvo un hijo pero se le murió con doce años. Su marido buscó más trabajos, el pluriempleo se llamaba, pero no porque necesitasen más dinero, sino porque no quería estar con ella, no soportaba su dolor. Cuando no trabajaba, tampoco paraba en casa. Alguien le contó  a Juani, que los ratos de ocio, su marido los pasaba al lado de otra mujer. Un día le siguió. Esta foto fue tomada aquella tarde aciaga. Sólo tuvo que andar tres manzanas para verle saludar a una señora que le esperaba en una esquina. Vio como se besaban y la rabia la dejó paralizada. Mientras ellos entraban en un café,  ella, con las piernas temblando,  cruzaba la calle para sentarse en un banco que había en la acera de enfrente, pero tan ciega iba que no se dio cuenta de que un camión pasaba en esos momentos. Ahí acabaron sus tristezas.
—¿Murió?
—Así fue. Mis padres se mudaron a su piso a los seis meses del fallecimiento y para entonces otra mujer ocupaba la cama de Juani.
Cuando volví a mi casa mi marido no había llegado. Le llamé pero no me contestó. Apareció a las dos de la mañana “He tenido que ir a cenar con los clientes y mañana tengo que hacerles de cicerone” me dijo.
En la cama estuve dándole vueltas a la historia que mi madre me había contado. A las diez de la mañana mi marido salía por la puerta y dos minutos después lo hacía yo. Vi que no cogía el coche sino que caminaba calle abajo. Después de quince minutos de seguirle pude ver como una mujer le hacía gestos con la mano. Llegó hasta ella, se besaron en los labios y subieron a un coche.
Yo me quedé atontada, la cólera no me dejaba pensar. Un taxi venía por el otro lado de la calle, le paré y crucé corriendo, sin mirar a mi izquierda. Se oyó un frenazo y los gritos de algunas personas desde la acera. El coche quedó tan cerca de mí que pude ver el susto en el rostro del conductor.
En ese momento toda la rabia que sentía se convirtió en dejadez. Al subirme al taxi para volver a mi casa me pareció ver a una mujer con el pelo corto y rizado, con un camafeo en el cuello y un niño de unos doce años de la mano que me sonrió.

sábado, 10 de mayo de 2014

RELATO BREVE - EL TESORO DE LAS MÉDULAS






          Netwriters Tintero - Tema: Patrimonio de la Humanidad - 23/03/2014
         
        No es momento para contemplar la belleza de Las Médulas. Juan ha ido allí por otro motivo: recoger un maletín que escondió hace una semana. Parece mentira que un millón de dólares abulte tan poco. Ha robado al hombre por el que muchas personas vieron destrozadas sus vidas.
Le ha llevado meses organizar el plan para que no quede ningún cabo suelto. Las huellas dactilares del mendigo no podrán reconocerse. Le ha vestido con su ropa e incluso le ha colocado sus lentillas, después de invitarle a comer y envenenarle con cianuro.
El mafioso no le buscará en cuanto se sepa que el policía Juan Gil, infiltrado en una banda de narcotraficantes,  ha sido asesinado. Los noticiarios dirán que después de torturarle cortándole los dedos de las manos, le han metido en un coche al que han prendido fuego.
Se dirige al lugar, pero el maletín ya no está. La única persona que lo sabía era su mujer. Había quedado en reunirse con ella en el extranjero, aunque su intención era otra. “¡Hija de perra! Juro que la mataré”.
Oye una voz urgiéndole que no se salga de la ruta establecida. Se esconde en una cavidad y aprieta el cuerpo contra la pared. Con las manos se sujeta al techo para no escurrirse. Sus dedos tocan algo, es una palanca que con la presión ha empezado a girar. De pronto el suelo desaparece bajo sus pies.
La oscuridad es absoluta. Activa su móvil como linterna y se encuentra en una pequeña sala. Enfoca hacia el centro y halla dentro de unos cofres todas las riquezas que serían el sueño de un avaro y ahora el suyo.
Descubre candelas en las paredes que por suerte contienen cera. Las  enciende y bajo la última ve un bulto. Lleva puesto un manto blanco con una cruz roja. Sobre lo que un día fue su regazo, reposa un manuscrito.
Pasados los instantes de euforia, lo coge con la esperanza de encontrar una pista para escapar del encierro. Apoya la espalda contra la pared y comienza la lectura.
En la primera página con letra trabajada, se lee:
“Ponferrada, Castillo del Temple, en el año del Señor 1307. Hace una semana un mensajero llegó hasta nosotros. Galopó sin descanso para traernos la noticia de que Jacques de Moley ha sido apresado y Clemente V ha disuelto nuestra orden con el beneplácito del rey Felipe IV de Francia. Por tal motivo, creo conveniente poner a buen recaudo la riqueza acumulada en nuestros castillos. Que el Señor nos ayude”
Juan sigue leyendo la siguiente página, escrita con una letra diferente:
“Llegamos al castillo de Cornatel para viajar junto a nuestros hermanos a tierras lusas. Mientras nos preparamos para salir llegan noticias de que un grupo numeroso de jinetes viene con la intención de apresarnos. Huiremos por el pasadizo que baja al valle y nos dirigiremos a Las Médulas. Una cámara excavada hace unos años nos servirá de cobijo hasta que tengamos vía libre.”
A Juan no le importa el texto, solo necesita un indicio para poder salir, vengarse de su mujer y disfrutar del tesoro. Maldice por no encontrarlo mientras sigue leyendo. Ahora la letra se muestra temblorosa:
  “Dudo que salga de aquí con vida, las aberturas están bloqueadas. Cuando dejamos el tesoro en la cámara y empezamos a ascender por la escala  una avalancha de piedras cayó sobre nosotros. Al estar todavía abajo fui el único en sobrevivir. Ruego, a quien lea estos papeles, que me dé sepultura y haga llegar los cofres a los templarios. Si no lo hace, reciba mi maldición.”
 —Pues piensa que yo soy un miembro de tu orden y cuida del tesoro hasta que me lo lleve —dice Juan riendo. 
Se acerca al lugar por donde se precipitó y empieza a escalar. A la mitad del camino, un corrimiento de tierras hace que caiga. El temblor ha hecho que quede al descubierto un pasaje al final del cual se ve la luz del día. Su sonrisa se congela cuando entran en la sala varios caballeros con el manto del Temple. Se acercan hasta  él y le rodean. Las calaveras le miran y los huesos de sus manos le tocan. Siente como va dejando de respirar a medida que la tierra aplasta su cuerpo.

RELATO BREVE - ALBA


Medalla de bronce en Netwriters Tintero - Tema: Medianoche - 2/04/2014




Aunque el espejo le devolvió la imagen que buscaba y que había conseguido gracias al gimnasio y a incontables tratamientos de belleza,  en su corazón habían anidado las sombras y no quedaba hueco para el júbilo. Esa noche debía de estar radiante, y con el traje de Gucci y los Manolo Blahnik, ella misma se puso un sobresaliente. Se colocó el collar y se retocó el maquillaje antes de que sonara el portero automático.
—¿Estás segura de lo que vas a hacer? —Su madre siempre actuaba como el Pepito Grillo de su conciencia.
—Por supuesto. Llevamos fraguándolo años.
—Si tu padre te viera…       
Al principio estuvo de acuerdo con el plan pero cuando las dudas la asaltaron intentó disuadirla. Ya que su hija no entró en razón, lo único que podía hacer ahora era rezar.     
La limusina estaba esperando cuando atravesó el portal.  En su interior, Luis Gil la recibió con una copa de cava que ella rechazó. Se acercó a él y le acarició la barba. Mientras el coche se dirigía a la finca donde se iba a celebrar un banquete, la joven repasaba en su mente el proyecto que culminaría después de la cena.          
Cuando llegaron eran las diez  y los invitados entraban en el comedor. Seis  hombres con sus parejas se sentaron alrededor de una mesa redonda.  Tras los postres comenzaron las disertaciones, todas con un denominador común, las inmensas ganancias que el nuevo producto les reportaría. Los daños colaterales ni siquiera se mencionaron, no importaban.
Herr Hasse, dueño de  Hassel Chemisch, agradeció a los allí reunidos sus esfuerzos con un discurso grandilocuente. Después les tocó el turno a los directores generales de la empresa en Madrid, Paris, Roma y Lisboa, siguiendo el orden en que se detectarían los casos médicos. Por último habló el Señor Santorini, capo de la mafia y coordinador de la contaminación que se efectuaría en la central lechera Gómez y Hermanos a las doce de esa misma noche.  La farmacéutica tenía preparados los viales para atender a los enfermos que, sin duda alguna, se producirían.
Alba no se inmutó, debía permanecer impasible, ya quedaba poco. Sintió la vibración del móvil que llevaba sujeto a la liga. Se disculpó y encaminó al baño. Leyó el mensaje “perfecto, está en la red, todo según lo previsto”. Comprobó ante el espejo que la cámara que llevaba en el collar seguía grabando.
Cuando entró en el comedor todas las miradas se centraron en su persona. La joven se quedó paralizada, su cabeza le pedía que corriera pero su corazón le dictaba otra orden. Mientras tomaba asiento se percató de que había alguien más en la sala, un hombre de unos sesenta años que la miraba con descaro y que habló con aires de suficiencia.
—Menos mal que estaba de guardia y pude anular las imágenes que estaban llegando. He convencido al comisario Peláez de que esta mujer es una farsante, y no he mentido. Su nombre es Gema Sanz de Casas. ¿Recuerdan el primer hombre que murió hace quince años por la intoxicación causada por los yogures que adulteramos? Era su padre. Ha conseguido documentación falsa para infiltrarse en la farmacéutica. Tenía un acuerdo con el comisario, en el collar lleva una cámara por la que está emitiendo imágenes. Su intención era conseguir el nombre de la central lechera para que la policía actuase.
Se produjo un murmullo general en la sala, se miraban revolviéndose en sus asientos. Un móvil empezó a sonar. Después de atender la llamada Herr Hasse les avisó de que debían huir. La grabación no sólo estaba siendo enviada a la comisaría, sino que también se emitía por internet. La policía no tardaría en llegar.
El comedor quedó vacío en cuestión de segundos. Sólo Alba y su acompañante permanecieron sentados, mirándose. Él se levantó y le preguntó si alguna vez le había querido. La contestación no se hizo esperar.
—Nunca te he querido. Te odio.
El hombre sacó una pistola y le apuntó a la cabeza.
—Alba, has arruinado mi vida. Ya no valgo nada.
Luis dio la vuelta al arma y mientras el reloj daba las doce campanadas, metió el cañón en su boca y apretó el gatillo.

MICRORELATO - SECRETOS EN LA TABLA REDONDA



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Tema: Mitos - 9/04/2014

Mi secreto permanecerá escondido en la historia. Arturo es el único que lo sabe. No puedo ocultarle nada, debo lealtad a mi señor y pongo mi vida en sus manos. Ginebra lo intuye, lo sé, la he visto mirarme de una forma especial, pero en estos días sus inquietudes más carnales acompañan a Lancelot por dondequiera que se encuentre  y no vuelan sobre mi persona. ¡Pobre Arturo!, la infidelidad de su esposa la conoce todo el reino, hasta él. En la tabla redonda, todos disimulamos, no hay comentarios ni chanzas, pero es un secreto a voces, no como el mío. Los caballeros siempre ignorarán que yo soy Una de ellos.