Medalla de Oro en Netwriters Tintero - Tema: Vacaciones - 10/07/2014
Hasta los cuarenta años, la afamada escritora de novela histórica Elena de Castro atesoró el título de soltera de oro de las letras españolas, pero lo perdió cuando se enamoró de un sinvergüenza. A los dos años de casada le sorprendió con una mujer más joven que ella y en su propia cama. El profundo dolor que le causó tal deslealtad hizo que cayera en una depresión y aunque intentó volver a la cotidianidad, no encontró a sus musas por ningún rincón.
Su psiquiatra le aconsejó que se tomara unas vacaciones lejos de todo lo que le recordara la humillación sufrida y la escritora optó por el convento de Livieca para encontrarse consigo misma y replantearse su futuro.
En cuanto llegó, sintió la paz que destilaban
aquellas paredes. Tras deshacer su equipaje se dirigió a la biblioteca y buceó
entre sus estanterías. Como cabía esperar no encontró incunables, pero sí volúmenes
cuya antigüedad era evidente. Eligió uno que había leído siendo adolescente: “El
Señor de Bembibre” y al hojearlo le
llamó la atención un papel que sobresalía del resto de las páginas. Tiró de él
y encontró una carta escrita el doce de mayo de 1937.
Se sentó al lado de un ventanal con vistas al
atrio y comenzó a leer:
“No tengo con quien desahogarme y a sabiendas de
que nadie leerá estas líneas, quiero contar aquí mis anhelos y así aliviar el
dolor que siento. La protagonista de esta novela será mi confidente y me
entenderá porque ella pasó por una situación similar.
Cuando cumplí dieciocho años mis padres
concertaron mi matrimonio con un viudo beato y muy rico, sin importarles los
veintidós años que me llevaba. Aunque mi
esposo, se mostró muy complaciente conmigo, no llegué a sentir por él más que
un profundo respeto y no encontré entre sus brazos la pasión que describían las
historias románticas que había leído durante la adolescencia. Así pues me
refugié en la religión. Asistí a misa diaria y me involucré en todos los actos
piadosos, pero no era eso lo que mi marido buscaba en mí. Él pretendía que yo
actuase como su difunta y sobre todo, que le diese un heredero. Intenté
complacerlo y probé muchos remedios para quedarme en cinta, sin conseguirlo.
Conocí a una monja en el convento de Livieca que
me habló de su experiencia como esposa de Dios. Yo estaba convencida que sería
más feliz llevando una vida humilde de recogimiento y oración, que con mi
marido rodeada de lujo y comodidades.
Debido a unas fiebres enviudé a los cuatro años.
Después de un tiempo prudencial y tras consultarlo con mi confesor, tomé los
hábitos en la congregación donde en la actualidad me encuentro, cambiando mi
nombre real por el de Hermana Tomasa.
Durante el primer año todo fue bien, pero la
llegada de un nuevo confesor provocó que sensaciones desconocidas anidaran en mi
cuerpo. Al principio procuré evitarle y él hizo lo propio, sin embargo un día
nos tropezamos en el huerto y presos de la tentación, pecamos. Aunque supimos desde
el principio que era un amor prohibido, durante meses buscamos lugares aislados
donde satisfacer nuestras ansias.
Hoy me ha dicho que nunca dejará de ser sacerdote,
pues es su vocación. Cuando le he contado que estoy embarazada, no ha parecido importarle
y me ha indicado que conoce a una señora del pueblo que podría arreglar mi
situación.
Dos preguntas me acucian desde que hablé con él.
¿Debo deshacerme del bebé y continuar como si nada hubiese pasado? Si no lo
hago, ni mi familia me apoyará, ni podré seguir en el convento, y entonces, ¿a
dónde iré? Espero que el Señor me ilumine.
Firmado: Leonor de Torres (Hermana Tomasa)”
Elena dejó la carta dentro del libro y salió a pasear por los jardines. Durante todo el día no dejó de pensar en la infortunada monja y en su mente una idea comenzó a tomar forma. Por la mañana ya había decidido que dedicaría el resto de sus vacaciones a indagar sobre la vida de Leonor de Torres. Al acabar la investigación, el estrés había desaparecido y en su mente había madurado un proyecto.
De vuelta a casa, lo primero que escribió fueron los agradecimientos de su nueva novela:
"Gracias a Leonor de Torres por guiar mi mano para encontrarla, por regalarme sosiego y facilitarme el argumento de esta historia".
Me gusta tu relato, Marga, aunque no me guste unas vacaciones en el convento.
ResponderEliminarUn abrazo, Loren
Depende del estado de ánimo, Loren. No he estado nunca, pero a veces me hubiera gustado. Gracias por comentar.
ResponderEliminarUn besazo
Me gustaron estas vacaciones, Marga, que han llegado con la sorpresa añadida de haber encontrado este espacio. No dudes que volveré ;-)
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
Atxia, me ha costado saber quién eras jajaja. me alegro que te haya gustado, pero no encontrarás mucho más de lo que puedes leer en Netwriters. Soy aún muy novata.
EliminarUn abrazo y de nuevo gracias por comentar.