Mira sus manos una y otra vez mientras corre hasta el metro.
—Tranquilo, la gente no puede saberlo —murmura.
En el andén oye una voz llamándole.
—Imposible, no puede ser ella. Está muerta —balbucea.
La ve acercándose. Lleva un camisón manchado de sangre y un cuchillo clavado en el pecho. La mujer abre los brazos. Se abalanza sobre él y caen a la vía. El tren está entrando a la estación. Los ojos del hombre se abren aterrados.
—Tranquilo, la gente no puede saberlo —murmura.
En el andén oye una voz llamándole.
—Imposible, no puede ser ella. Está muerta —balbucea.
La ve acercándose. Lleva un camisón manchado de sangre y un cuchillo clavado en el pecho. La mujer abre los brazos. Se abalanza sobre él y caen a la vía. El tren está entrando a la estación. Los ojos del hombre se abren aterrados.
—¡Corten! Buena toma. Basta por hoy. Mañana a las ocho os quiero ver en el estudio.
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