Deborah
no es tan hosca ni tan seria como aparenta. En estos momentos escudriña la
cabeza de su hijo mayor mientras que no pierde de vista a su bebé.
Cerca
de ella otra mamá se está poniendo cada vez más nerviosa. Mientras habla por el
móvil, harta de que su hijo no la obedezca, le suelta un cachete. El niño se
enrabieta y su madre le pega un azote. “Para que llores por algo”, le dice.
Deborah,
que observa la escena, coge un tomate del suelo y lo lanza con tal puntería,
que impacta en la camisa de la mujer.
El niño
se ríe y la madre, cogiéndole de la mano, le aleja de la zona de los gorilas.
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