Una noche de verano
me pediste relaciones. ¡Ay, Santiago! Si tú supieras la de veces que me había
escondido tras los visillos para verte pasar. ¡Qué buen mozo eras, el más
guapo! El día de la fiesta me acompañaste hasta mi casa después del baile y me
dijiste que era más bonita que cualquiera de las estrellas del firmamento.
Entonces supe que mi corazón siempre sería tuyo. Tanto tu familia como la mía
celebraron nuestro noviazgo y organizaron una boda por todo lo alto. Se hizo
una comilona en la plaza, ¿te acuerdas?
Vino todo el pueblo y nos sorprendió el amanecer con la música del
acordeón de tu primo Eusebio.
Esa noche de verano,
ya en nuestra habitación, todos los poros de mi piel se enamoraron de ti.
Después de las cosas que había oído, estaba atemorizada, pero tú supiste
hacerme mujer con delicadeza y paciencia… ¡Ay Santiago, cómo te he echado de
menos todos estos años! Después de ti no
ha habido otro hombre y no te creas, que pretendientes no me han faltado. ¿Recuerdas que te prometí que sería sólo
tuya? Pues lo cumplí y bien orgullosa que me siento.
¿Te acuerdas de la noche de verano en que me puse de parto? Tuviste que salir corriendo a llamar a la comadrona. Recuerdo que la mujer lloraba mientras me atendía. “La guerra no puede traer nada bueno”, decía. Mi madre le contestaba que en nuestro pueblo no nos enteraríamos, que no pasaría nada; y pasó, ya lo creo que pasó. ¡Ay Santiago! Ni en la peor de mis pesadillas me habría atrevido a soñar que te arrebatarían de mi lado.
Aquella noche de
verano te subieron a un camión mientras yo suplicaba con nuestra hija en
brazos. Grité y rogué que no te llevaran, pero no me hicieron caso. Fue la
última vez que te vi, y tú me decías que no me preocupara, que volverías… Esos
malnacidos eran del pueblo de al lado y habíamos sido amigos, incluso algunos,
familiares lejanos. ¡Ay Santiago! ¿Qué pasó para que se convirtieran en
monstruos?
Una noche de verano
tres años después, se acabó el miedo, sin embargo comenzó el horror y la
miseria. ¡Cuántas necesidades pasamos, Santiago! Ya lo sabes, porque todas las
noches hablaba contigo, bueno, con tu foto que siempre ha estado sobre mi
mesilla; como estoy haciendo ahora. Las envidias y las antiguas disputas dieron
lugar a denuncias egoístas que no llevaron sino el dolor a muchos hogares.
¡Cómo te he añorado! Mi único consuelo era que te sentía a mi lado.
¿Qué te estaba
diciendo? ¡Ah, sí! Te hablaba de nuestra familia. Nuestra hija sólo me ha dado
satisfacciones y yo le he hablado mucho de ti, no te creas. Hace poco hemos
tenido un bisnieto y le han puesto tu nombre. Estoy empezando a ser una carga
para nuestra niña; los años no perdonan y la cabeza se me va de vez en cuando.
¿Sabes una cosa? Por fin mi corazón está cansado; ya le quedan pocos latidos. Y
no vayas a pensar que me da pena dejar este mundo. Todo lo contrario, porque estoy segura de que me reuniré
contigo. Santiago, sólo te pido una cosa, ven a buscarme en una noche verano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario