Todas las tardes, al apearse del tren de las 05:30,
Joan Manuel veía en la estación a una mujer con un bolso de piel marrón y zapatos
de tacón.
Una tarde se sentó a su lado en el banco de
pino verde del andén, se fumó un cigarrillo y se fue. Hizo lo mismo durante un
par de semanas. Por fin se decidió e intentó entablar una conversación.
—Señorita, debe olvidarle, puede que alguna vez regrese y no le
reconozca—le dijo después de presentarse.
Ella se levantó del banco y mirándole con
condescendencia contestó:
—Joan Manuel, espero el tren de las 6.00 para
ir al trabajo. Mi nombre es Asunción, no Penélope.
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