¡Pero si soy yo con mi madre! ¿Cuántos años podría
tener, siete, ocho…? Recuerdo lo mucho que me gustaba nadar en la laguna. Había
sanguijuelas, pero no me importaba.
¿Qué es esto? ¡Ah, ya sé! El día que entré a
trabajar en la comisaría. Ahí están todos mis compañeros. Noté una gran
camaradería entre ellos y me hicieron sentir a gusto desde el primer momento.
Y este es el restaurante donde conocí a Luisa, la
sumiller. ¡Qué mujer tan preciosa! No se me podía escapar. Creo que me enamoré
de ella nada más verla. Y, por suerte, ella también se fijó en mí.
Este es el día que vinimos a Lago para arreglar los
papeles de nuestra boda. Parece que entramos en el pueblo con mal pie, porque
el cura que debía casarnos había sido asesinado.
Eso ha sido esta mañana. Estoy arreglándome para la
boda. Mi familia está muy contenta de que hayamos decidido casarnos en el
pueblo.
La iglesia de Santa Marina. En el altar espero a
Luisa. ¡Qué bella está! Del brazo de su padre, camina hacia mí despacio. Me sonríe, me da la mano.
En sus ojos leo una promesa: siempre juntos.
La celebración. El tiempo nos acompaña, ni mucho
frío ni mucho calor. ¡Qué buen trabajo han hecho con la decoración! La era está
llena de flores blancas por todos los rincones. Asiste todo el pueblo, además
de la familia de la novia y nuestros amigos. La comida es abundante y la bebida
también; quizás en exceso.
Y por la noche una queimada. “Mouchos, coruxas,
sapos e bruxas. Demos, trasgos e diaños, espritos das nevoadas veigas…” Dulce,
suave, entra demasiado bien.
Empieza la música, la orquesta ha sido un regalo de
los vecinos del pueblo. Bailamos un vals y después de dar unas cuantas vueltas,
Luisa se siente mareada. Una copa más y, desoyendo los consejos de mis padres,
decidimos irnos a pasar la noche al hotel de Ponferrada que tenemos concertado.
Cantamos en el coche mientras bajamos por la Calella.
Ya estamos llegando a la carretera cuando el coche se me va. Seguimos riendo
cuando nos estrellamos contra un castaño.
¿Qué hace Luisa? ¿Por qué grita? ¿Por qué llora? Será
posible que … Sí, me abraza, abraza mi cuerpo, pero yo estoy fuera del coche.
¿Estoy…? ¡No puede ser verdad! No ahora,
que empieza una vida nueva para nosotros. ¡No debería haber bebido la última
copa!
Unas luces salen de la laguna, es una mujer, una
ninfa. Me toma de la mano y me acerca hasta el coche.
—No es tu momento —susurra.
¡Tantas emociones en un relato tan breve! Gracias por compartirlo con nosotros.
ResponderEliminar¡Un muackiles!
Gracias pequeña por comentar. Muacs
ResponderEliminarMarga, me ha gustado y lo he enlazado en mi blog en el apartado Así escriben mis amigos, espero que no te importe. Un beso, escritora.
ResponderEliminarGracias amiga. ¿Cómo me va a importar? Será un honor. Besitos, escritora.
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