Tras
una penosa enfermedad, por fin, Saturnino se siente bien. Al amanecer sale de
casa sin despedirse; su familia está dormida.
En la puerta le espera Nicolás, el ser que le dirigirá en el largo viaje que le espera. Ya en su destino Saturnino mira hacia el fuego, los destellos de las llamas le hipnotizan. El calor es insoportable. Se pregunta qué ha hecho mal para acabar allí. Este no es el futuro que soñaba cuando de niño rezaba a todos los santos.
En la puerta le espera Nicolás, el ser que le dirigirá en el largo viaje que le espera. Ya en su destino Saturnino mira hacia el fuego, los destellos de las llamas le hipnotizan. El calor es insoportable. Se pregunta qué ha hecho mal para acabar allí. Este no es el futuro que soñaba cuando de niño rezaba a todos los santos.
Mira a
su izquierda y nota que su guía le dice algo. El ruido es ensordecedor. Sólo le
entiende cuando Nicolás le grita en la oreja.
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