Medalla de bronce en Netwriters Tintero - Tema: Medianoche - 2/04/2014
Aunque el espejo le devolvió la
imagen que buscaba y que había conseguido gracias al gimnasio y a incontables
tratamientos de belleza, en su corazón
habían anidado las sombras y no quedaba hueco para el júbilo. Esa noche debía
de estar radiante, y con el traje de Gucci y los Manolo Blahnik, ella misma se puso un
sobresaliente. Se colocó el collar y se retocó el maquillaje antes de que
sonara el portero automático.
—¿Estás segura de lo que vas a
hacer? —Su madre siempre actuaba como el Pepito Grillo de su conciencia.
—Por supuesto. Llevamos fraguándolo
años.
—Si tu padre te viera…
Al principio estuvo de acuerdo
con el plan pero cuando las dudas la asaltaron intentó disuadirla. Ya que su
hija no entró en razón, lo único que podía hacer ahora era rezar.
La limusina estaba esperando
cuando atravesó el portal. En su
interior, Luis Gil la recibió con una copa de cava que ella rechazó. Se acercó
a él y le acarició la barba. Mientras el coche se dirigía a la finca donde se
iba a celebrar un banquete, la joven repasaba en su mente el proyecto que
culminaría después de la cena.
Cuando llegaron eran las
diez y los invitados entraban en el
comedor. Seis hombres con sus parejas se
sentaron alrededor de una mesa redonda.
Tras los postres comenzaron las disertaciones, todas con un denominador
común, las inmensas ganancias que el nuevo producto les reportaría. Los daños
colaterales ni siquiera se mencionaron, no importaban.
Herr Hasse, dueño de Hassel Chemisch, agradeció a los allí
reunidos sus esfuerzos con un discurso grandilocuente. Después les tocó el
turno a los directores generales de la empresa en Madrid, Paris, Roma y Lisboa,
siguiendo el orden en que se detectarían los casos médicos. Por último habló el
Señor Santorini, capo de la mafia y coordinador de la contaminación que se
efectuaría en la central lechera Gómez y Hermanos a las doce de esa misma
noche. La farmacéutica tenía preparados
los viales para atender a los enfermos que, sin duda alguna, se producirían.
Alba no se inmutó, debía
permanecer impasible, ya quedaba poco. Sintió la vibración del móvil que
llevaba sujeto a la liga. Se disculpó y encaminó al baño. Leyó el mensaje
“perfecto, está en la red, todo según lo previsto”. Comprobó ante el espejo que
la cámara que llevaba en el collar seguía grabando.
Cuando entró en el comedor todas
las miradas se centraron en su persona. La joven se quedó paralizada, su cabeza
le pedía que corriera pero su corazón le dictaba otra orden. Mientras tomaba
asiento se percató de que había alguien más en la sala, un hombre de unos
sesenta años que la miraba con descaro y que habló con aires de suficiencia.
—Menos mal que estaba de guardia
y pude anular las imágenes que estaban llegando. He convencido al comisario
Peláez de que esta mujer es una farsante, y no he mentido. Su nombre es Gema Sanz
de Casas. ¿Recuerdan el primer hombre que murió hace quince años por la
intoxicación causada por los yogures que adulteramos? Era su padre. Ha
conseguido documentación falsa para infiltrarse en la farmacéutica. Tenía un
acuerdo con el comisario, en el collar lleva una cámara por la que está
emitiendo imágenes. Su intención era conseguir el nombre de la central lechera
para que la policía actuase.
Se produjo un murmullo general en
la sala, se miraban revolviéndose en sus asientos. Un móvil empezó a sonar.
Después de atender la llamada Herr Hasse les avisó de que debían huir. La
grabación no sólo estaba siendo enviada a la comisaría, sino que también se
emitía por internet. La policía no tardaría en llegar.
El comedor quedó vacío en
cuestión de segundos. Sólo Alba y su acompañante permanecieron sentados,
mirándose. Él se levantó y le preguntó si alguna vez le había querido. La
contestación no se hizo esperar.
—Nunca te he querido. Te odio.
El hombre sacó una pistola y le
apuntó a la cabeza.
—Alba, has arruinado mi vida. Ya
no valgo nada.
Luis dio la vuelta al arma y mientras el reloj daba las doce campanadas, metió el cañón en su boca y apretó el gatillo.
Luis dio la vuelta al arma y mientras el reloj daba las doce campanadas, metió el cañón en su boca y apretó el gatillo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario