domingo, 11 de mayo de 2014

RELATO BREVE - EL DESTINO


 Netwriters Tintero - Hospitales - 30/04/2014

Se estremece sólo con pensar que los resultados de las pruebas pueden trastocar su vida. Ahora que tanto sus hijos como ella han empezado a levantar cabeza, ha tenido que aparecer ese bulto… A las once menos diez entra en su hospital de referencia. La sanidad privada a la que estaba acostumbrada quedó atrás, a la vez que su matrimonio. 
Toma el ascensor con otras tres personas. Nadie se saluda, ni siquiera se miran, son unos completos extraños. Una señora de unos ochenta años aprieta el botón de la cuarta planta, una enfermera, un ejecutivo y Sonia comprueban que su piso está seleccionado. Cuando van por el tercero las luces comienzan a parpadear y se detiene. Los cuatro se miran y hacen sonar el timbre de emergencia. Sólo la señora mayor se atreve a santiguarse y se dirige a los demás.
—Nos sacarán pronto, ¿verdad? Tengo hora a las once con el oftalmólogo por mi degeneración macular y no me gustaría llegar tarde, no vaya a ser que se me pase la vez.
La enfermera responde que enseguida vendrán. Sólo alguna tos nerviosa rompe el silencio en el que permanecen inmersos.
El maletín del hombre cae al suelo. Las mujeres le observan mientras él empieza a quitarse la corbata y a desabrocharse la camisa. El sudor le chorrea por el rostro, su color va adquiriendo una palidez verdosa.
—Soy Mónica, de Psiquiatría. ¡Tranquilícese señor! Está sufriendo un ataque de pánico. ¿Tiene claustrofobia?
El hombre hace un gesto de negación.
—Siéntese y ponga la cabeza entre las piernas. ¿Tienen algo para darle aire?
Sonia saca el abanico que lleva en el bolso desde que empezó con la menopausia.  Mientras le refresca piensa en que cuando salga de la consulta volverá corriendo a casa para terminar la traducción de la última novela. Cuanto antes la entregue, antes cobrará. Hace tres años que ha firmado el divorcio y desde entonces no tiene vida social, ni siquiera sale a tomar café con sus amigas. Aunque su ex marido no ha dejado de pasarle la pensión, ella se esfuerza para que sus hijos no pierdan el nivel de vida que llevaban con anterioridad. Por eso aceptó la oferta de una editorial y ha podido compaginarlo con su trabajo en el banco.
— ¿Se encuentran ustedes bien? —pregunta Mónica a las mujeres temiendo que los nervios ocasionen otro ataque de ansiedad.
Se contemplan unos a otros. El hombre levanta la cabeza y da las gracias.
—Lo siento. Me llamo Manuel. Voy al endocrino porque tengo un problema de tiroides.
—¡Pobrecillo! —dice la anciana—. Mi marido estuvo tomando pastillas para eso mismo hasta que se murió.
—Si medicarme fuese todo lo malo que me pudiera pasar, firmaría ahora mismo, pero me han hecho pruebas porque temen que sea algo grave. Ahora voy a recogerlas –murmura el hombre con una sonrisa amarga.
Sonia ha estado callada, no tiene ganas de hablar con nadie y el estar allí encerrada está empezando a agobiarla.
—¿Y usted, joven? —Le pregunta la señora mayor—. ¿Viene a consulta?
—Sí, a Ginecología para una revisión rutinaria. —No desea dar más explicaciones.
Guardan silencio. Manuel piensa en el billete de lotería premiado que lleva en el bolsillo y espera que la buena fortuna no se acabe cuando el médico valore los resultados.
Oyen una voz por el interfono avisando que les van a sacar. El pequeño vínculo que se había creado entre ellos desaparece y todos se colocan mirando hacia la puerta. Vuelven a ser unos extraños.
La anciana parece desorientada y la enfermera la acompaña. Los otros dos se despiden con un gesto y cada uno se encamina a sus respectivas consultas.
Ha pasado una hora y Sonia se dirige hacia la escalera. Aún le dura el susto y no quiere coger el ascensor. Cuando empieza a bajar oye la voz de un hombre que la llama. Es Manuel que ha tenido la misma idea.
—¿Qué tal la consulta? —Preguntan al unísono.
—Muy bien —contestan a la vez.
Una oleada de simpatía nace entre ambos.
—¿Le apetece que tomemos una cerveza? —dice Manuel contento.
—Me encantaría —contesta ella devolviéndole la sonrisa.

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