Netwriters Tintero - Tema: Rutina - 7/05/2014
Noelia se había despertado empapada en sudor por una
pesadilla que la tenía obsesionada durante años. Menos mal que ya era la hora
de levantarse, de otra manera no habría podido volver a conciliar el sueño. Los
zumos estaban listos cuando apareció por la cocina su marido. Daniel siempre
hacía lo mismo: ya arreglado entraba en la cocina, la besaba en la frente,
tomaba el desayuno leyendo el periódico y recogía el maletín que había dejado
en la entrada. Ella le acompañaba hasta el coche y le despedía con un beso. Más
tarde levantaba a los mellizos, les
preparaba el almuerzo mientras ellos guarreaban con el desayuno y les abría la
puerta, porque el autobús escolar tenía la parada cerca de la entrada a su
chalet. Después de decirles adiós con la mano, entraba para realizar la misma
rutina de siempre: hacer las camas, limpiar la casa, recoger la cocina y vuelta
a empezar.
Había dejado la oficina cuando se quedó embarazada
de Pablo y María, o por lo menos eso es
lo que oyó en el primer cumpleaños de los niños, pero ahora que ya tenían diez
años le había dicho a su marido que quería volver a trabajar porque se sentía
muy sola en casa. Daniel le había contestado que la situación estaba difícil
para una mujer de casi cuarenta años sin conocimientos concretos en ningún
campo laboral. Ella no lo entendía, no leía el periódico y en la televisión se
limitaba a ver películas en blanco y negro, pero confiaba en él y apartó el
tema para más adelante.
Los niños crecieron tan rápido que ni se dio cuenta.
María se había casado hacía dos años y ya tenía una niña de cinco meses.
Noelia se despertó una mañana después de “su
pesadilla”, como ella la llamaba familiarmente y miró el vestido que llevaría
en la boda de su hijo Pablo. Ese día sería especial por varios motivos: el
primero por salir de casa y el segundo porque a partir de entonces tendría que
plantearse la vida de otra manera, una existencia solitaria, sin ninguna
obligación.
Pensó que
debería ir al médico porque perdía sus vivencias con mucha facilidad. De hecho
se había divorciado hacía tres años y de aquella época sólo recordaba una
discusión con su marido que acabó con Daniel dando un portazo al dejar la casa
y una visita al despacho de los abogados para finiquitar los temas legales.
Siempre le había extrañado no tener recuerdos de su infancia ni de sus padres y
que su mente estuviera en blanco hasta los veinte años. Por más que se había
esforzado en recordar, las primeras imágenes que bullían en su cabeza eran de
una fiesta en casa de una amiga donde le presentaron al que poco tiempo después
fue su marido.
La boda de Pablo resultó preciosa. Después de la
ceremonia religiosa, no recordaba cómo, pero llegó a un restaurante muy lujoso donde hubo mucho de todo: flores, regalos, risas, y
música. Fue una celebración perfecta, incluso su ex marido estuvo muy amable y
tuvo la delicadeza de no aparecer con su nueva novia.
De vuelta a casa se sintió nerviosa y muy cansada
por lo que después de tomarse una buena dosis de somníferos que tenía en el
botiquín, se tumbó en el sofá. No quería quitarse el vestido, era tan bonito…
Volvió a tener la pesadilla de siempre. Noelia sólo
existía en la novela de Amanda Sparrowe “El
signo de la pérdida” en la que ella era la ex mujer del protagonista, un
personaje secundario, que se suicidaba
con pastillas después de la boda de su hijo.
Qué triste... ¿no podrías escribir historias más alegres o con un final feliz?
ResponderEliminarEn estos tiempos de crisis en los que nos rodean las historias más lacrimosas que nos podamos imaginar, la gente quiere reir y pasárselo bien. Un ejemplo de ello es el éxito de la película "ocho apellidos vascos". Aún así este relato me gusta, enhorabuena por esta nueva creación.
Jinete, me alegra que te haya gustado. Ya me irás diciendo.
ResponderEliminarHola Marga, he encontrado tu blog por casualidad y me ha encantado como escribes. Tu capacidad para evocar con breves descripciones y como cierras las historias me ha parecido fascinante. ¡Sigue así! Saludos desde Viena.
ResponderEliminarGracias Anónimo.
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